En esta ocasión reflexionaremos respecto del concepto de “Autoridad”, dado que es un pilar fundamental en toda institución humana, y también en una empresa.

Autoridad proviene del latín “auctoritas:” (dignidad, poder). El término, remite a una cualidad creadora, influyente y reconocida en virtud de determinados atributos, méritos o investidura que induce acatamiento[1].

En términos más coloquiales la “Autoridad” es el permiso que le damos a alguien para que nos “mande”. Contrariamente a lo que se suele creer, la “autoridad” no se tiene, sino que se obtiene, lo que implica preguntarse ¿Qué razones o argumentos se consideran para otorgar ese permiso?. Para responder esta pregunta es necesario descubrir en qué circunstancias una persona normal podría estar dispuesta a comprometer su obediencia a solicitudes u ordenes de otra persona.

Durante nuestra práctica, hemos recopilado los siguientes argumentos:

Sabiduría / Sentido. Se pueden seguir, instrucciones, propuestas de personas que son competentes y tiene un mayor nivel / conocimiento en un particular ámbito. Por ejemplo las indicaciones de un médico respecto de temas de salud.

Empatía: También es aceptable recibir solicitudes de una persona amable, honesta, que escucha con atención y respeto, entiende, responde y acoge las inquietudes de su interlocutor; sustenta sus juicios con base en evidencia concreta, valora el trabajo en equipo, estimula y desarrolla el potencial de sus colaboradores y genera relaciones de colaboración.

Fama: Las personas cuyas características, trayectoria y desempeño son reconocidas como referentes confiables; se convierten en “autoridades” respecto de materias específicas en modelos a seguir y son imitados.

Jerarquía: Este factor es diferente a todos los anteriores porque es el único donde la entrega del poder es explicita aquí existe una “investidura” a alguien que queda facultado para administrar, aprobar, declarar o emitir juicios en materias específicas. Este es el caso de los gobernantes, jefaturas, jueces, árbitros, policías, etc.

Lo anterior deja en claro que el “poder” reside en quienes lo otorgan, ya sea porque son sabios, empáticos, famosos o han sido designados directa o indirectamente, en una posición jerárquica que les otorga atribuciones para imponer obligaciones, premios, o castigos. No obstante, somos nosotros los que por acción u omisión le hemos dado permiso para “tutelar” algún ámbito de nuestra vida.

En estricto rigor siempre haremos lo que hemos decidido hacer y aceptaremos el tutelaje de los que elegimos para tal efecto. Por lo tanto, somos responsables de las consecuencias  directas o indirectas de nuestras elecciones. Cuando aceptamos un contrato de trabajo, también estamos aceptando la cultura, visión, misión, principios y valores de la empresa o institución respectiva, por eso debemos ser cuidadosos cuando elegimos.

La mayor cantidad de personas que renuncian  voluntariamente, a su trabajo, lo hacen porque no soportan a su jefe, o porque descubrieron que la empresa no era “como pensaban”. Por eso es importante informarse, evaluar opciones, evaluar riesgos, ventajas, desventajas, proyecciones, probabilidades, etc. Porque, así como elegir requiere coraje, también lo requiere reconocer un error. Como dice el poema de Machado “… no hay camino, se hace camino al andar” y siempre habrá opciones para elegir.

A esta altura usted podría estar preguntandose ¿Qué sentido tiene esta reflexión? La respuesta es que, ser conscientes de nuestra responsabilidad, nuestros errores, nos hará más cuidadosos al elegir opciones y así podremos ser mejores lideres y mejores seguidores.

Al elegir y ejercer el poder derivado de la autoridad que hemos recibido, o aceptar el poder de la autoridad que hemos entregado, tendremos referentes para identificar cuál argumento, o combinación de los argumentos señalados anteriormente; consideramos en nuestra elección y que conductas aplicaremos al ejercer o acatar, según corresponda, la autoridad en función del contexto existente.”

Es común escuchar frases como “el poder corrompe”, porque hay personas que, al ser investidas con algún grado de autoridad, sienten son dueñas del poder, olvidando que no les pertenece porque está asociado a una designación (formal o informal). Coloquialmente ésta actitud se identifica con la expresión “se le fueron los humos a la cabeza”. Cuando se es consciente que ese “poder” deriva de una autoridad que ha sido conferida, es más probable que la ejerza ejercerla con mesura y buen criterio (no es el poder el que corrompe, es la carencia valórica, la arrogancia y vanidad de la persona)

Una costumbre histórica que ilustra este concepto es que cuando un General desfilaba victorioso por las calles de Roma para ser aclamado por los ciudadanos, era acompañado en su carro por un esclavo que junto con sostener una corona de laureles sobre su cabeza le susurraba al oído “memento mori” (recuerda que eres mortal)

En nuestras próximas reflexiones continuaremos explorando otras facetas del lado humano de la empresa.

[1] Diccionario etimológico chileno